martes, 5 de enero de 2010

Free bird


Finalmente lo hizo, cogió impulso y saltó.

Cuando el corazón habla el cerebro calla, y así se fué, lejos, muy lejos.
Nuevas gentes y culturas abrieron su mente. El camino le iba revelando lugares utópicos, se estremeció al sentir la caricia de las lágrimas del cielo, inhaló el embriagador aroma de la tierra mojada y siguió, se sentía inmortal, imparable, hasta que vió como la naturaleza agonizaba silenciosa. Colosos de metal que llegaban como verdugos eran a su vez ajusticiados por otros más productivos para un sistema que no podía parar de crecer. Comprendió que era el fin de su planeta, que no había marcha atrás, y esa fué su puesta de sol más dolorosa. Fué entonces cuando le invadió la tristeza más profunda, esa melancolía que quita hasta las ganas de llorar. Días difíciles, perdió rumbo y sentido, crisis de fe, miró a la muerte e intentó comprenderla, confuso en un mar de dudas no sabía a dónde ir, ni por qué, y lo peor... ni para qué. Quería volver, echaba de menos la bruma del bienestar que nublaba su juicio y no le dejaba ver más allá de la superficie de las cosas, su realidad edulcorada.
Perdido en su noche más oscura aprendió una lección, no estaba solo, sus compañeros de viaje eran presos de las mismas dudas y temores, todo ello era un paso necesario en el camino a su aprendizaje. Y así, juntos siguieron adelante, volvió ese sentimiento, se iban a comer el mundo, nada ni nadie podría pararlos, y alzó de nuevo el vuelo. Estaba listo para volver.
Al llegar encontró que todo parecía seguir igual. Si bien, ahora sabía apreciar ese extraño encanto que flotaba en el aire. El pájaro azul del que hablaba Bukowski salió de su jaula.
Ahora era libre.

Un viaje de mil millas comienza con el primer paso. Lao-tsé.

Expongo en Avenida América 25, del 5 al 30 de Enero, más información en http://www.fundacionprogresoycultura.es/


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